Las flores amarillas de la tarde
viven en noviembre;
el aire oscuro
huele a cementerio;
la noche está llena
de una música de niñas que cantan;
noviembre vaga en la niebla
que oculta las orillas;
todos los ríos
tienen una ofelia;
un espíritu flotando
como un racimo de flores
ahogadas;
los muertos
han vencido a la muerte;
las flores amarillas de la tarde
viven en noviembre.
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Manera o forma,
misticismo o embriaguez,
entusiasmo por el que se llega a Dios,
o al amor, sin entenderlo.
Tú, "Morilla",
amante silenciosa,
tienes en el lugar del agua y de la hierba
una piedra que se llama tu nombre;
piedra o figuración de ti,
laurel,
reconocimiento de los que te amaron;
umbral por donde se precipita el tiempo
y todos los desaparecidos del mundo;
ventana, que eres tu,
pero que no da a ti.
Tú eres el encanto,
el enigma,
tu animas y alteras al universo
que continúa por ti,
ilusionado.
Jardinero tuyo,
espejo por donde el jardín se asoma,
ventana o quimera...
espacio por donde la flor crece
y se apresura
agonía temprana por ser sombra,
luz,
astro,
perfume de una noche.:
fantasía en la que el mundo se pierde
y se enamora...
Por ti, las estaciones,
los elementos:
palpitaciones de la vida y de la muerte
que tu suscitas.......
Tú, en cambio,
permaneces intacta...
Frente al mar,
una flor amarilla
es llevada por el viento,
las semillas, allá en el océano,
alimentan a los peces de colores,
ellos, al nacer, gritan tu nombre.
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Uno de Noviembre,
como dos sombras aparecidas en otoño,
entran,
llenando la casa de fantasmas y muertos.
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Vivo en el Infierno,
aunque ha sido generoso conmigo.
Tengo en la existencia un cargo de privilegio,
pero se me ha negado la paz.
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Ha llovido,
el olor del campo mojado de la tarde
me asoma a la claridad del huerto
por la ventana que nos comparte abierta.
Del otoño que duerme
entre las hojas que caen amarillas,
cuelgan como símbolos maduros
el sueño de las calabazas.
En el mes en que el espíritu de los muertos
nos viene a la memoria.
Noviembre vivo porque vuelve,
ven, y dí conmigo que es verdad,
aunque sea de la mano bajo un aguacero
por la Alameda de Capuchinos.
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Tú eres el milagro multicolor de una mariposa,
momento luminoso en donde vive el encanto.
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A tí, árbol,
figura petrificada
soberbia
serena
en pié
monumento de la vida
muerte que sueña con ser árbol.
Oriente,
Los que buscan ven en tí una señal.
A sus pies una hierba fresca,
serena.
La tierra atiende a sus vivos y a sus muertos.
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A Dios doy gracias por la misericordia
sobre todas las cosas.
La muerte es la compasión de Dios.
Incluso tú vivirás el día de tu hora.
También tendrás entre los muertos
un lugar en el mundo de las sombras.
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La transparencia nos insinúa la luz,
y la encontramos en las sombras.
Por tí vivo la gracia del entendimiento
y el ánimo que tu imágen da a mi corazón.
Sólo embriagado,
perdido en tu encanto,
animado por los ojos,
mis manos te encuentran.
La extensión blanca acerca al alma
en la lejanía.
Un momento de infinitud,
de entendimiento sublime, fugaz.
Nieve,
hija y madre del agua:
cristal,
nube,
disolvente,
ilusión,
encanto elemental.
Amante de los elementos,
cómplice de Gea,
fascinación,
locura de la alquimia,
memoria de las fuentes,
música y báculo de la vida.
Gracia que permanece en el recuerdo de los ocasos cósmicos.
Idioma,
dialecto,
consuelo del llanto,
porvenir del rocío.
Vientre contenedor de la imágen,
transparencia por donde el mundo se asoma y se contempla.
Viajera de imágen triple.
Visión que enajena al alma.
Metáfora del átomo.
Naturaleza que serena al ojo en el espejo espiral.
Dios te contempla.
La contempla fascinado,
toca su cuerpo inabarcable,
la coge entre sus manos enamoradas,
se le escapa,
se le derrama entre los dedos,
entre sus manos que abarcan al mundo.
Entonces Dios comprende...
La frente inclinada sobre la pureza,
ajena, indiferente.
Dios cierra los ojos y cree.
Tú eliges.
Gracias por la ofrenda de tu cuerpo
y el enigma de tu desnudez.
Los apasionados espejos muestran su cintura,
en donde a mis ojos le amanece.
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Los girasoles:
En tí se cumple la larga agonía
de los cuerpos que no descansan
y gritan
con la fuerza de las criaturas nuevas.
Quedarás algún día -quien sabe-
como los girasoles,
marcando una hora que solo el sol conoce y calla.
De aquellos que te amaron,
uno solo,
al menos uno solo,
queda por los campos,
o las ciudades,
o por los hospitales inevitables,
o por el recuerdo sólo,
a tí mirando,
como los girasoles.
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Deja que acerque mis manos
a lo más hondo,
a lo más oscuro,
y toque esa parte tuya
en donde habita la incertidumbre de la luna.
Recuerda que tu y yo,
juntos,
en un momento enamorado
creamos la flor de piedra que lleva tu nombre.
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Tu boca,
promesa de tí,
fuente de tu cuerpo interminable,
espejismo o ventura de los afortunados,
avismo,
solivianto,
laberinto,
tortura,
bálsamo.
Tu boca es una flor
anterior a tí,
que se llama como tú.
Aparición que dibuja la ilusión
que no ven tus ojos de aparecida,
de aparición en el jardín.
Solo un momento tuvo el guerrero
para la dicha de contemplarte,
y poseído,
comprendió la fantasía de tu sombra
y el enigma de las estrellas desaparecidas
en los agujeros negros de tus ojos.
Pero la muerte es anterior al llanto de las amapolas,
el agua es inmortal,
la arena,
el color,
las cosas que lo són,
y tú.
En la memoria del aire
el tiempo deposita huevos con tu nombre.
La sombra se precipita por la herida abierta
y el guerrero cae,
cae como un pétalo amarillo,
despacio, flota, cae.
Nada más hay.
Desencantado de tí, no es nadie.
Contra la tierra,
caído,
nadie.
Tú, sin saberlo,
fantasía o ilusión del héroe,
quedas como los elementos,
libre y dependiente como un ala,
como un ala,
condenada al suelo.
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Padre nuestro
esperanza de los que te nombran,
danos el ánimo sereno
y la fuerza
para soportar la existencia.
Sé misericordioso en nuestra debilidad.
Enséñanos a querer para nuestros semejantes
lo que para sí te pedimos.
Alértanos de los que utilizan tu nombre
en su propio beneficio.
Y no nos abandones.
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En el mar infinito,
por la navegación de los sueños.
Tú y yo,
tú, como horizonte presente,
lejano.
Longitud y latitud
como fuerza opuesta a la pasión
y a la voluntad del guerrero.
Tú, señal,
esfera contenedora del caos
y el brote,
de los enigmas y la ilusión.
En tí,
crecidos
victoriosos
triunfantes.
Amanecidos se alzan
sobre la forma prometedora de tu cuerpo.
Protagonistas luminosos.
Via láctea.
Norte y perdición del espacio.
Altivos y tiernos.
Palpitantes.
Soberbios brillan
en la noche de tu tronco velado.
Tus olorosos,
fragantes
racimos floridos.
Promontorio perfecto.
Señal.
Faro.
Embriaguez del aire.
Locura de la rosa de los vientos.
Alucinación.
Delirio de los navegantes.
Hechizo.
Amparo.
Solaz.
Lugar en donde la cabeza vencida
comprende y se abandona para morir.
Alumbramiento de tu pecho
de lirio blando y caliente.
Nido.
Fuente.
Sustento de la vida:
Tus tetas.
Tus tetas ignorantes.
Poderosas.
Pasión de tierra misteriosa y viva.
Tus tetas incomprensibles,
inalcanzables.
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Yo estaba allí
dejado llevar por la armonía
y el ánimo que tu aparición puso
en todo lo que te contemplaba.
Ilusionado
vivo
por el regalo del momento.
La gracia de tu sombra
de niña que sueña
muestra tu cintura de palmera
creciendo flexible
y tierna
hacia donde tus ojos miran.
El viento canta
y cuenta esbelto
la memoria y el amparo
de tus manos
y la espiritualidad de tus dedos
de azucena combaleciente.
Tú
que conoces la brisa fresca
de los cañaberales
y el secreto oculto
de las estaciones inmortales.
Deja que en tu sombra plácida
dibuje tu nombre
de cristal encantado
y así,
apacible mi corazón
con tu presencia cercana.
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La observación
a través del tiempo
es más precisa
pero menos fresca.
Tu vida es importante
conócete
y vive tu existencia;
dedica el tiempo justo
a lo que dicen las crónicas.
Agota el regalo de la vida
y da gracias.
Tus ojos han visto la luz
eres afortunado.
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En los bosques vivos de noviembre
por los reflejos luminosos
desde el suelo callado
contempla el musgo
los carámbanos de luz
que anima la sombra de los bosques.
Tú, con ellos
apareces flotando
como una golondrina blanca
vestida de sueños de adolescente.
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ALMENDRO
Crucificado al viento
como un fantasma
superviviente del fuego
y vivo
más allá de sus crispadas ramas
denunciando estrellas y frío
desnudo al cielo
pensativo
y creciendo en lo imposible.
Pintado
más que vivo
parece que estás muerto
almendro.
Pero tú
para ver amanecer de nuevo
te hiciste de noche oscura todo
y cuando los pétalos
y el color
no se concebían
y todo de piedra
y arrecido el brote
tú, en explosiones blancas
diciendo sí
a otra primavera.
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Cómo le da aliento
al corazón del guerrero
ser quien guarde el secreto oculto
de tu cúpula dorada.
Cómo podría
después de que mis ojos
acariciaran tus perfiles,
tener otro quehacer
que no fuera
el de contemplarte.
Volver a cosa alguna
que no fuera
tu silueta
movida por las nubes.
Paisaje encontrado,
perdido en tu laberinto estoy,
quedar en él quisiera,
confundido en tu arquitectura.
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Sea esta para ti
una ofrenda poética.
Tu dulce voz,
música de fuentes,
alimento de las criaturas transparentes
de los bosques;
éllas te acercan
y hablan de ti.
En la magia de los cristales luminosos
se abandona a la luz y al color,
mientras la música íntima del deseo,
imagina y da forma
a los jardines que habitan el paraíso.
Allí, cielo y horizonte,
muestran señales de los amantes,
desaparecidos en la eterna suerte del amor.
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